Conjurar el fraude electoral

Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.

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Conjurar el fraude electoral
El INE inició con la producción de más de 2 mil toneladas de papel seguridad para las elecciones de junio en México. Foto: INE

La democracia mexicana está sostenida por alfileres. Una de sus principales premisas: la regla de la mayoría respetando los derechos de las minorías; está olvidada y yace en el fondo del bote de la basura. El histórico proceso electoral que corre y que tendrá como clímax el 2 junio puede configurarse como un ejemplo de la ruptura de ese equilibrio, sin embargo, y aún con una obvia disparidad, alimentar la narrativa del fraude es sumamente peligroso.

A escasos 19 días de que más de 100 millones de mexicanos sean llamados a cumplir con su obligación como ciudadanos para ejercer su voto, los actores políticos, de ambos bandos, buscan abrirle espacio en el imaginario colectivo a la idea del fraude electoral. El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, quien, violando sistemáticamente la ley, ha sido el protagonista de la contienda, ha encontrado múltiples formas para buscar instalar esa perjudicial imagen.

En su nerviosismo autoritario por el resultado electoral afirma que existe confabulación para que sus adversarios le asesten un “golpe de estado técnico”, el cual podría consolidarse a través de la nulidad del proceso electoral, botón que podría activar el Poder Judicial, expresado también en el Tribunal Electoral.

Aunque remotamente posible, el uso de dicho recurso está orientado a restablecer el orden ante acciones que lograron distorsionar la ruta y el resultado de una contienda. Es decir, el objetivo es atajar la crisis más que detonar una. Una acción extrema que dramatiza el mandatario en su perenne victimización y que, en todo caso, si fuera activada, se trataría de un mecanismo de defensa ante su despotismo.

Por su parte, Xóchitl Gálvez, la principal contrincante del oficialismo ha ajustado su discurso y en la recta final también ha caído en ese pernicioso señalamiento de que su “victoria podría no ser reconocida”. En su demorada mejoría en la carrera por la silla presidencial, considera, junto con su equipo, que esa narrativa podría llegar a buen puerto, pero está totalmente equivocada pues sólo abona al desgaste e incertidumbre institucional.

No es que no exista la posibilidad de que AMLO se aferre al poder y, en un escenario en el que no le favorezcan los resultados, busque boicotear la calificación de la elección. La evidencia y la consistencia en sus actos autoritarios sin mayor respeto al Estado de Derecho lo podrían ubicar sin problema en esa ruta

Incluso, en medio de su impotencia, ha utilizado, de nuevo, la figura de “soltar al tigre” en una clara referencia a llamar a sus seguidores a desconocer los resultados de manera violenta. Existen quienes se preguntan si habría en México una tropicalización de lo ocurrido en Estados Unidos a inicios de 2021. En ese momento Donald Trump al perder su reelección frente Joe Biden llamó a republicanos extremistas a asaltar el Capitolio luego de acusar fraude.

Conjurar el fantasma de fraude electoral depende, además de los actores políticos y sociales que participan, de las instituciones, particularmente el Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación quienes en su actuar diario está la estabilidad del país y la legitimidad del próximo gobierno. No importa si la diferencia de votos entre quién gana o pierde es mínima. Las instituciones son las únicas que pueden mitigar y desactivar la sensacionalista idea del fraude electoral a partir de mecanismos de vigilancia y transparencia.

No importando la preferencia en la boleta es irresponsable estar invitando a que se instaure sobre una sociedad cada vez más polarizada. Se trata de una estrategia que también la propia ciudadanía debe atajar y no permitir a los políticos explotarla.

Si bien las violaciones a la ley existen y han sido burdas a partir de actos anticipados de campaña, financiamiento ilegal, asesinato de candidatos, guerrilla digital con bots, fake news y desinformación; así como la perniciosa herramienta propagandística y de ataques que es la conferencia matutina diaria, debe existir prudencia y señalar abiertamente a quién busca desestabilizar al país aduciendo fraude.

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